Hace unos días pasé por Ampliación Tepepan,
el lugar donde crecí. Con tristeza descubrí que la gasolinera se ha extendido y
ha ocupado un predio justo enfrente del pozo de agua. Ahora sí, tubos de
hidrocarburos conviven al lado del manantial que provee de agua a estas colonias
ubicadas en las faldas del cerro de la Cruz.
La Gasolinera |
El enorme tráfico, los puestos ambulantes
y el ajetreo cotidiano hace difícil concebir
que hace 100 años, la Noria era una gran hacienda con uno de los manantiales
más prolíficos de Xochimilco. Se alimentaba de la escorrentía proveniente de la
cordillera del cerro de Xochitepec. Y dado que esta cordillera fue el
afloramiento geológico más antiguo de toda la zona del valle de México[1] es
posible pensar que el manantial fuese hogar de una enorme biodiversidad, y de
especies endémicas. A este ojo de agua acudían las personas a lavar su ropa, y
los niños a bañarse, y señores a pescar.
¿Así se vería la Noria? |
Por aquellos tiempos, la creciente demanda
de agua limpia para la ciudad de México provocó que se construyera un gran
acueducto que iniciaba en Xochimilco, en
el pueblo de San Luis Tlaxialtemanco, y terminaba en los tanques del Molino del
Rey, en la Colonia Condesa. En 1905, el manantial de la Noria comenzó a
alimentar al acueducto, aportando entonces una séptima parte de toda el agua
que se extraía de Xochimilco hacia la ciudad de México.
Acueducto de la Ciudad de México |
Este acueducto provocó una enorme presión
sobre el recurso hídrico en todo Xochimilco, y aunado a las obras del Gran
Canal del Desagüe (cuyo fin era expulsar el agua de los lagos de Texcoco para
evitar las recurrentes inundaciones en la ciudad) terminaron por desecar
extensas zonas de los vasos lacustres del lago Xochimilco. El entubamiento que
sufrió el manantial de la Noria, le hizo ser un testigo más de la devastación
ecológica del Valle de México.
Si pensamos en la naturaleza del valle de
México, una cuenca endorreica, es decir, cuyos escurrimientos no se dirigen al
mar si no que se acumulan adentro, podemos imaginar a los grandes barcos de
vapor que relatan documentos del siglo XIX, circulando por los canales de
Xochimilco y Chalco.
Sin embargo, este enorme sistema hidrológico
colapsó. La causas se remontan a los antiquísimos años de la colonia, cuando
los españoles intentaron abrirse terreno en el lago. Para ellos el agua era un obstáculo
para la reproducción de su cultura, la tracción animal, los cultivos, y
sobretodo el dominio militar[2]. Siglos
después, el auto llegaría a la ciudad para terminar de tapizar los pocos ríos
sobrevivientes, como el del Río Churubusco o el Viaducto.
La Noria es una pieza de este rompecabezas. Una gasolinera
tapizando lo que era un ojo de agua. A mí me encantaría ver un manantial de
agua dulce, un espacio público, de recreación para todas las familias del sur
de la ciudad de México, donde se pudiera nadar, pescar, dar recorridos. Pero
ese es un sueño guajiro. Lo que existe actualmente es una gasolinera, que
representa una bomba que en cualquier momento puede derramar sustancias tóxicas
y cancerígenas al agua que diario beben los habitantes. Tan solo en 1990 se
encontró que la mitad de las gasolineras en el DF presentaban fugas[3]. En
2003, un estudio de la calidad del agua de pozos en Rockingham County, Estados
Unidos, demostró que el aditivo para gasolina Éter metil tert-butílico se encontraba
en 40 % de los pozos muestreados, y su frecuencia aumentaba conforme a la cercanía
con las gasolineras[4]. Este compuesto provoca nauseas, irritación y daño al sistema nervioso.
Como esta sustancia, quién sabe que otra clase de
trazas de compuestos tóxicos estén entrando los acuíferos. El futuro temido de los
vecinos de Ampliación Tepepan y otras comunidades, quienes acamparon en
protesta hace unos 15 años para evitar la gasolineria. La corrupción privilegió
a intereses privados sobre el bien común y hoy tenemos una gasolinera encima de
un pozo.
[2] Izazola (2001) Agua y sustentabilidad en la Ciudad de México. Estudios
Demográficos y Urbanos, 047, 285-320
[3] Soto Galera, E., Mazarí Hiriart, M., & Bojórquez Tapia, L. A.
(2000). Entidades de la zona metropolitana de la Ciudad de México propensas a
la contaminación de agua subterránea. Investigaciones geográficas, (43),
60-75.
[4] Ayotte, J. D., Argue, D. M., & McGarry, F. J. (2005). Methyl
tert-butyl ether occurrence and related factors in public and private wells in
southeast New Hampshire. Environmental science & technology, 39(1),
9-16.